Tipos de miedo: espanto, horror y terror

Escrito por Orson Scott Card

Carlos M. Vega Porras
3 min readAug 16, 2020

Texto introductorio al Libro #1, Mapas en un Espejo: Cuentos de espanto.

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“… El miedo. Y no sólo el miedo, sino el espanto. Hay tres clases de miedo, y el espanto es la primera y la más poderosa. Es esa tensión, ese compás de espera que se produce cuando sabemos que hay algo que temer pero aún no hemos identificado de qué se trata. El miedo que sentimos al descubrir que nuestra esposa lleva una hora de retraso; al oír un ruido extraño en el cuarto del niño, al advertir que la ventana que habíamos cerrado está abierta, con las cortinas ondeantes, y no hay nadie más en la casa.

Sólo hay terror cuando vemos aquello que tememos. El intruso nos ataca con un cuchillo. Los faros de otro coche se nos echan encima a pesar de que estamos en nuestro carril. Los tíos del Ku Klux Klan salen del matorral y uno de ellos trae una soga en la mano. Todos los músculos del cuerpo, excepto los esfínteres, se tensan y nos quedamos tiesos; o gritamos; o corremos. Es un momento de frenesí, de energía desbordante, pero es la energía del aflojamiento, no la energía de la tensión. Por malo que sea, en este sentido es mejor que el espanto. Al menos ahora conocemos el rostro de aquello que tememos. Conocemos sus contornos, sus dimensiones. Sabemos qué podemos esperar.

El horror es el más débil de todos. Una vez que ha ocurrido lo que temíamos, vemos sus vestigios, sus reliquias. El cadáver tétrico y despedazado. Las emociones oscilan entre la náusea y la piedad por la víctima. E incluso la piedad está teñida de revulsión y repugnancia; en última instancia rechazamos la escena y le negamos humanidad; con la repetición, el horror pierde su capacidad para conmover, en cierta medida deshumaniza a la víctima y por tanto nos deshumaniza a nosotros. Como aprendieron los sonderkommandos de los campos de exterminio, después de ver tantas víctimas desnudas ya no sentimos ganas de llorar ni de vomitar. No nos estremecen. Han dejado de ser personas.

Por eso me deprime que los narradores contemporáneos de cuentos de miedo se hayan volcado casi exclusivamente hacia el horror, apartándose del espanto. Las películas más truculentas no se molestan en crear esa identificación con los personajes necesaria para que el público sienta espanto. Al no haber empatía con la víctima, los momentos de terror dejan de ser aterradores para convertirse en algo fascinante, pues queremos ver qué nuevo e imaginativo método de descuartizamiento han inventado el guionista y el director. ¡Vaya, un asesinato con espetón! ¡Magnífico, el monstruo ha arrancado el ojo de la víctima desde dentro de la cabeza!

Obsesionados por el deseo de filmar lo imposible, los creadores de películas de horror ahora muestran rutinariamente lo indecible, deshumanizando al público al transformar el sufrimiento humano en un «entretenimiento» cuya intensidad crece hasta alcanzar cotas pornográficas. Esto es desalentador, pero por desgracia muchos autores de relatos de miedo están haciendo lo mismo. No han aprendido la verdadera lección que brinda el éxito de Stephen King. Los relatos de King no funcionan por acumulación de truculencias, sino porque nos identificamos con los personajes antes de que comiencen las escenas truculentas. Y sus mejores libros son novelas como La zona muerta y La danza de la muerte, donde no hay demasiado horror, sino que están impregnados de un espanto que conduce a momentos catárticos de terror y dolor. Más aún, el sufrimiento que padecen los personajes significa algo.

Éste es el arte del miedo. Lograr que el público se identifique con un personaje al extremo de compartir sus temores. No vemos desde fuera, mirando la viscosidad y las heridas abiertas. Vemos desde dentro, temblando ante los horrores inminentes. Cualquiera puede descuartizar un cadáver ficticio. Sólo un narrador genuino puede inspirarnos la esperanza de que el personaje logre sobrevivir.

No escribo, pues, cuentos de horror. Es verdad que a mis personajes les ocurren cosas malas, a veces terribles. Pero no las muestro en colores chillones. No es necesario. Vosotros, presa del espanto, imaginaréis cosas mucho peores de las que yo podría mostrar.”

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Carlos M. Vega Porras

Resaltador de lo "bueno". Ctrol+c / ctrol+v. Algunas veces paso a digital lo que escribí sonámbulamente en papel.